miércoles, 2 de febrero de 2011

Es un hecho reconocido...

Es un hecho reconocido que el hombre puede ser tan obvio como desee.
Esto depende claro, de la forma en que muestra sus sentimientos, -si decide mostrarlos-.
Entonces no me extraña el preguntarlo, ¿por qué arriesgarse?
¿Por qué arriesgarte?
¿Por qué caminaste hasta el borde del mundo en busca del paraíso?, probado la dulce fruta escondida entre los árboles, y asegurando de alguna manera tu lugar en el paraíso, ¿por qué deseas renunciar a ello?
¿Renunciaste a ésto para disfrutar de un amanecer, sentado al borde del acantilado, en mi compañia?
Entonces disculpame por mi incredulidad pues creo que arriesgas demasiado.
¿Qué acaso tus labios no enucuentran la saciedad con los dulces jugos de la manzana prohibida?
¿Ni aún con lo que ofrece? Ese rojo tan intenso, tan brillante, tan apasionado, nada comparado con la vista del resto de las pieles de las manzanas, incluso algunas demasiado verdes para florecer.
Tu la tienes al alcance de tu mano, al alcance de tus labios, incluso creo que se ha adueñado de parte de tu corazón. Y sin embargo te arriesgas.
Me he negado con demasiada fuerza y terquedad, me he negado un millón de veces a sentir aquella terrible sensación que aqueja mi pequeño y problemático corazón, sin embargo no me dejas, algo en tu mirada, en tu sonrisa, hay algo que me asegura no debo negarme.
Y no me niego, pero tampoco sucumbiré ante tu poder, ante esa atracción tan fuerte que siempre, siempre estará fuera de nuestras manos.
Permaneceré donde estoy, completamente segura desde donde este, así deba presenciar aquellos desfiles gratuitos patrocinados por tu compañia y también aquellos saludos, esas sonrisas, esas cortas platicas.
Debes estar seguro de que estaré ahí, al borde del acantilado, sentada siempre bajo la sombra de un árbol pero también debes saber, no es tuya la única compañia que deseo.
Es un hermoso amanecer, una puesta de sol, un atardecer. Una vista que aprecio con diferentes compañias.

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