sábado, 28 de mayo de 2011

Stop crying, my love.


Years and years, fighting. Trying so hard to get through every day, every hour, every minute.
Lost in a huge battlefield where every step you made, it made your life tremble.
You learn how to play. You know the difference between soil and sand, between a dream and reality.
Until you don't know it anymore.
Yes, you're always gonna be careful with every step but, you're confident about your troops. Team.
Friends.
I've seen them fall, I saw you falling. I ran.
I held you, held you so tight. I held on you the way you were holding to life.
Love.
Unavoidable, as magnificet as seeing how the battlefield became smaller, as we left memories behind, as whenever we turned back, we were brought back to reality. To us. To then.

As time went by, the enemies were forgotten, the battles won, the fight was over but, we were soldiers. We are soldiers.
Grew up in a battlefield, how could you teach someone to stop fighting?
It's instinct and It means survival.
How can you tell someone to stop surviving?
To me, it had to be the right person.
You had to come up to me, holding me in your arms, by then, I was sure I knew love, I was sure you'd never tell me a lie.
You told me my armour was useless and, as I watched you walk away, I knew you were right.
My fight was over.

Maybe it was about time to look for new frontiers. Look beyond. Dream of tomorrow.
Dreaming wasn't was hard as making a dream come true. Looking beyond, you taught me well.
But you never told me about looking back.
Until you were gone.
Until I was way too far to even see you. Until I was too confused to even know where to walk.
Stranded. Alone. Heartbroken.

domingo, 15 de mayo de 2011

Until your lips bleed.

Felicidades.
Honestamente no sé ni siquiera que debería escribir al respecto, tan solo quiero hacerlo.
Quiero recordarme a mi misma que un año no marca una eternidad, que un año no me encarcela en el olvido.
Yo no te he olvidado... ¿acaso tú sí?
No sé cuantas veces he pensado que lo hacías. Me he... no, me han atormentado, me han hecho pensar que fue producto de mi imaginación.
Te confieso que en mi última visita, mientras miraba el edificio color durazno y la enorme puerta azul, me sentía diminuta, me sentía extraña... solo podía pensar y preguntarme: ¿qué diablos hacía allí?
Visitaba. Visitaba a dos personas que quiero demasiado.
Eso fue suficiente para hacerme armarme de valor y convertirme en el intruso de aquella propiedad.
Pero no fue solo una sonrisa de tu parte la que me hizo sentirme bienvenida, si no que fue ese algo en tu mirada...
Siento que te preguntabas lo mismo que yo, cuando me mirabas de reojo o fijamente a los ojos, con incredulidad marcada en tus ojos, ni siquiera escondida, ni camuflajeada.
Estaba ahí, presente. La sentía.
Tus ojos castaños me miraban y me preguntaban.
¿Acaso te has olvidado de... nosotros?
Ni siquiera sé si es la palabra adecuada, fuimos un secreto, una mentira entre tanta gente... pasamos desapercibidos.
Pero no, no me he olvidado de 'nosotros'.
Me parece una ilusión, un sueño, una fantasia.
Tal vez no es muy sano decirlo de esa manera, pero no espero que nadie comprenda. Me gustaría que lo hicieran, pero, no tiene sentido.
Ni siquiera para nosotros.
Solo sé que eso, esa amistad que tuvimos, esa amistad que de alguna manera es amor... solo sé que eso, entre otras cosas, fue mi salvación.
De ninguna otra manera habría podido levantarme, me habían azotado contra las rocas, hundido en la perdición.
Así que sí, te quiero.
A ti, a tu recuerdo, a nuestra memoria.
Jamás serán sillas vacias, no del todo, no por completo... al menos ayer no lo eran, ni hoy... seguramente, mañana tampoco.

Green eyes.

No es posible, había olvidado todo ese... 'encantado' había olvidado todo.
Y hoy tenía que recordar.

He caminado miles de veces junto a las personas, mirando a cada una; algunas me miran, otras me ignoran y todas, se van.
Ese es el ciclo que las cosas deben cumplir.
Pero mientras hoy caminaba, veía gente y los veía alejarse de mi, entre lo que era una ola de personas, distinguí una cabeza, el castaño cabello despeinado, la piel palida, demasiado palida.
Se me congelo el corazón mientras veía a ese chico alto y flacucho andar por ahí, con una camisa blanca rayada...
Y lo peor, se acercaba hacía mi.
¿Ahora? ¿Debía correr? ¿Debía seguir andando?
Y todo volvió, todo.
Ver tu rostro enrojecer ante los comentarios de nosotros, la sensación de mirar tus hermosos ojos verdosos a la distancia, a la cercanía, cuando orgullosa y altaneramente pretendías ignorarme y discretamente te detenias y me mirabas fijamente.
Las frías mañanas a la sombra de la noche con su oscuro velo, cuando a penas entrabas y alzabas la mirada hacia mi, esperabas encontrarme y lo hacías, venías hacía mi, a paso lento, se sentía en el aire la tensión y después, pasabas a mi lado, rozabas tu hombro contra el mío, tus dedos casualmente rozaban los míos, pero tus ojos jamás abandonaban el frente.
Creo que suspiraba en silencio, esas mañanas eran nuestro secreto, así como las miradas, la manera en que uno seguía al otro, en que nos acompañabamos...
Se me hace muy dificil pensar que incluso los últimos días fue así, cuando la gente se había olvidado de nuestra historia y nos ignoraban, cuando ambos saliamos entre clases y nos sosteníamos del marco de la puerta, la mirada fija en el otro, en silencio, sin decir nada.
Era tonto como presumias, como intentabas comprarme con tus logros, jamás entendiste que eso no era necesario, que yo te queria demasiado, te queria como eras.
Todos tus actos tenían sentido, cada movimiento, cada mirada, cada pensamiento y cada mentira.
Pero un día lo perdió todo, creo que me tomo tiempo descubrirlo, quizá tu dura mirada sobre mi fue lo que me costo aceptarlo, pero, aquella vez, por los últimos días, cuando me detuve en plena escalera, espalda contra la pared, libro abierto.
Me perdía entre las palabras, entre las hojas, entre la historia y levanté la mirada para verte a ti, esos ojos verdosos pero grices, tan grandes, tus espesas pestañas oscurecian tu mirada, tus labios se partian y me miraban, parecían dejar ir el recuerdo de palabras que jamás dijiste, que jamás dirías...
Eras hermoso.
Eras apuesto, eras... más que eso, tenías un valor que no era plenamente físico. Me encantaban tus ojos, tu piel que parecía querer contrastar la luz del sol, siempre me cegabas, me sorprendias, me atarantabas. Tus pobladas cejas, tu nariz perfecta, tus pecas, tus ojos, tus labios, tus facciones graciosas, tu cuerpo tan delgado...
Todo tenía sentido, tuvo... aquella vez que levanté la vista del libro para mirarte, no veía más que el rostro hermoso de un desconocido, de un sueño y una ilusión.
Ahí abri los ojos, para ver a ese joven pasar pero de nuevo, el rostro era totalmente desconocido, efectivamente, no eras tú.

Escribo porque te extraño, pero es una añoranza diferente, es como extrañar un juguete de la infancia, uno que ni siquiera recuerdas pero tienes una foto donde sales con él.
Tu eres el niño que me acompaña en una foto, pero desconozco tu paradero, desconocía tus sentimientos.
Creo que quizá tampoco te conocí a ti.
Bien pude haberlo soñado todo...
Pero ojitos verdes, enserio lamento todo... eso. Lo nuestro, lo tuyo y yo mío.
Lamento no haberte querido demasiado, no para romper tu barrera y buscar tu corazón.