lunes, 10 de abril de 2017

Tanto cambia y tanto no, ¿no es así?

Mírame. Aquí estoy, otra vez. Ahora que te has ido, no me queda más remedio que volver aquí.

Estoy perturbada. Ya hace un tiempo desde que me prometí a mí misma que no dejaría que el mundo girara en torno a un hombre. Hombre. Algo le falta a esa palabra, al comienzo. Una consonante gutural o algo por el estilo, algo que hable de la espantosa relación que tengo con ello.

Creo que hoy tuve mi primera cita. No, preferiría no verlo así. Y es que un fracaso de salida, para variar. Fuimos al cine, él y yo. Yo y él. Sólo nosotros. Es la primera vez que lo hago. Siempre, hasta la fecha, habíamos sido tres o más. No recuerdo la última vez que fui al cine con alguien más que mi hermano.

Era la primera vez que lo veía fuera de la convención. Hasta llevaba ropa casual. No lo reconocí mucho, la verdad. No sé muy bien qué esperaba. Para mi disgusto se veía bien, se paraba muy recto y se le veía más joven de lo que es en realidad. O es en mi realidad. Todo el camino me fui nerviosa, distraída. En dos ocasiones atravesé el crucero con la luz en alto sin haber calculado la distancia que había entre los coches y yo. Creo que las manos nunca me habían sudado tanto en la vida. Pensarlo basta para traer el mar a mis palmas. El tiempo tampoco ayudó en nada, en lo que se dice nadita. Hacía mucho calor y con mis nervios y las veinte cuadras que tuve que caminar para llegar al sitio donde habíamos convenido, llegué sudando. En retrospectiva, parece ser que no tuve ni un momento de paz.

Él llegó antes que yo. Vive más cerca, era de esperarse. Lo que nunca, había una fila para llegar a las taquillas. Él pagó por las dos entradas. A penas nos hicimos de nuestros boletos le ofrecí el dinero de mi ticket, que poco más de la mitad de una entrada normal. Privilegios de estudiante. Él rechazó el dinero, me dijo que él invitaba esta ronda; la próxima lo haría yo. Quizás este gesto buscaba asegurar una segunda reunión. Yo decidí verle el otro lado a la moneda. Yo soy estudiante, él no. Él tiene un trabajo fijo, yo no. Yo contaba con descuento de estudiante, él no. ¿Cómo se suponía que yo pagara por la próxima salida? Seguramente la próxima no supondría el mismo escenario. Iríamos a otro sitio, más caro, quizás. No, esperen. No se apresuren. No era como que yo esperaba que él me pagara mi entrada. Creo fervientemente en que cada uno debe velar por sus propios gastos y esto lo creo en todos los contextos. Evita que alguien termine mal parado. Acepté casi sin pensarlo, pero sus últimas palabras quedaron volando en el espacio de mi mente. La próxima vez me invitas tú. Caminé distraída, medio escuchando lo que tenía que decir. La próxima vez me invitas tú. La. próxima. vez. me. invitas. tú. LA PRÓXIMA VEZ ME INVITAS TÚ. La próxima vez me invitas tú, dijo el chico que recibía y cortaba boletos a la puerta de la entrada. ¿Disculpa? Lo miré, demasiado ausente como para fruncir el ceño.