martes, 21 de febrero de 2012

Podría morir extrañándote.

Y esa tarde no llegó.
Me sentía cansada, angustiada y desesperada, costándome el doble de trabajo poder pasar aire a través de mis pulmones, sus palabras retumbando en mi cabeza.
>> Debería dormir más temprano, porque se hace tarde y término extrañándote. Podría morir extrañándote.>>
Cerré mis ojos, mi corazón parecía later con lentitud, casi causandome un hueco en el pecho con cada extraño movimiento que antes pudo haber sido natural.

Mis labios se sentían resecos, como cuando falta agua, parecía faltar la dulce miel de su aliento y el tacto de sus labios, que de solo recordarlos me hicieron estremecerme empezando por la espina, subiendo lentamente hasta mi nuca, dejándo rastro de una invisible e insípida gota de sudor frío.
Sabía que sus ausencias serían necesarias, lo sé, quería decirselo todo el tiempo.
-¿No me extrañarás demasiado? No quiero dejárte sola.
-No lo haces, jamás. Comprendo las razones y son mejores que nada. De no irte, te correría.
Pero lo que quería hacer era decirle parcialmente la mitad, mentirle sobre sus ausencias porque igualmente, solo quería poder decirle:
-Desearía, en verdad, que jamás te fueras de mi lado.

Dos Caras.

Sin poder evitarlo, reparé que ya las miraba con reproche, a las tres chicas lindas y de apariencia inocente que sabía eran lo opuesto.
Habían dejado su inocencia detrás, de haber existido.
No quería mirarlas de esa forma pero las tres se miraban entre ellas, incluso me sentía apartada, estando apenas un sillón frente a ellas, mirando esas sonrisas de dientes perla que fingían alegría o de ser un sentimiento honesto, no comprendía su razón.
No eran más mis amigas, eran pequeñas desconocidas, como un recuerdo que no terminas de recordar salvo que ellas se veían tan peligrosas como avispas con un agijón.
Incluso sentí cierta inclinación hacía los insectos, por un momento dando la apariencia de ser menos dañinos.
Repentinamente, me encontraba buscando desesperadamente un escondite, un pretexto; una salvación.

domingo, 12 de febrero de 2012

So... friends? Yeah, for sure.

Alain se acercó hasta mi, rodeandome la cintura con sus brazos con dulzura, recargando suavemente su barbilla sobre mi hombro.
Me quedé quieta, cerré mis ojos, sintiendo su respiración parcialmente sobre mi cuello, su calor por encima del mío.
-No quiero perderte, no quiero herirte. No quiero que te vayas, jamás. - murmuró en voz baja y muy, muy suave y dulce. 
Sonreí, sin abrir mis ojos le dije. - Jamás es mucho tiempo, no sabes que querrás..
-Pero..
-No me perderás. Fácilmente puedes hacerme daño, pueden... primero me harás daño tú, que yo a ti. Lo prometo.

Siempre ha sido así, después de todo.

¿Puedo decirte algo? Estoy decepcionada.
De todos podía haber esperado algo como eso, de todos menos de ti.
Creí que eramos amigas, importantes, cercanas. Compartir tantas cosas, ser parecidas. La forma en que ambas mirabamos al mundo.
Pero... me equivoqué.
No fue una crítica de razón, si no de corazón.
No daré todo, mi tiempo, mi entusiasmo para que no lo mires. Las amigas no son así, al menos no las mías.
Incluso si eso me deja parcialmente abandonada.
Lo que quieras de mi, no volveré a prometerlo.