jueves, 21 de abril de 2011

¿Qué viene después?

Como es sentir la luz, como es sentir el viento, como es sentir la espuma chocar contra mi piel.
Sentir. Sé que es de mañana, siento la mañana atravesar mis parpados cerrados, siento la luz, siento como intenta brindarme calor.
Finalmente lo siento, creo que a todo te has de acostumbrar, así como la arena se acostumbro a llevar todo mi peso y ahora se ha amoldado entre mi cuerpo, así es como siento al sol, tan fuerte, tan brillante.
Me hace sentir tan recelosa.
Quizá tenga la fuerza suficiente pero todavía me falta tiempo para buscarla dentro de mi, en ese momento estoy demasiado débil, demasiado frágil.
Me encuentro demasiado cansada, demasiado, demasiado.Tu lo estarías de estar en mi lugar.
¿Qué deseas saber de que hablo?

Todo comenzó ayer por la tarde. Jamás había reparado en como eran las playas por las tardes, tan hermosas, tan cálidas, te brindan esa sensación de alegría, de felicidad. Parece que ante el paraíso natural que presencias, el mundo es diminuto; nuestros defectos son diminutos si es posible la existencia de tanta perfección.
Y estas ahí, sientes que el calor te abraza, incluso inunda tus pulmones, te llena de hambre, de sed. Te dan ganas de sumergirte en las profundidades del océano y desentrañar sus misterios.
Te hace tener ganas de seguir adelante.
Así que me senté por la costa, tan solo a mirar hasta que el reloj dió vuelo a sus manecillas y el cielo se pobló de arrugas, de preocupación, de miedo. Se lleno de nubes.
Y las nubes trajeron la lluvia como la angustia trae las lágrimas. Mirabas las gotas en la arena y esta cedía, incluso la belleza del mar parecía perder rumbo, hasta volverse en definitiva una locura, parecía que las olas se levantaban contra nosotros, luchaban, luchaban energéticamente por sus vidas, por algo de cordura. Y lo perdieron todo, el rumbo, la sensatez y borraron los recuerdos, los castillos de arena, las pisadas.
Se llevaron todo.
Me acarició con su espuma del tobillo y me hizo ceder, me llevo hasta sus profundidades tan solo para levantarme una y otra vez, tan solo para hacerme sentir un poco menos viva o con un poco menos de ganas de vivir. Me atormento la tormenta, me ensordeció, me dejo insensible.
Y cuando acabo conmigo, llevandome entre las más suaves burbujas de espuma, me cargo delicadamente hasta la orilla, donde desapareció la espuma y dejo mi mortecino cuerpo a la luz de las estrellas.
La paz de entonces era infinita, el silencio era eterno. Era como una pregunta que tan solo se formulaba en mi cabeza y la respuesta, la respuesta fue tan solo el silencio.
Y entre el silencio algo creció en mi, los granos de arena giraban suavemente en torno a mi cuerpo, contra mi piel y me era imposible no sentirlos, así como era imposible no sentir la arena acariciarme, pedirme disculpas.
¿Qué pretendía?
Había sido la causa de mis problemas, me había robado la existencia, la esperanza y en la hora de la oscuridad, me acariciaba y me recordaba su presencia.
Me hizo recobrar débilmente el aliento, tan débil que me sentía morir pero la noche dió paso a la mañana, al calor, a la luz.
Al frío que lentamente se fue con la niebla y fue remplazado por la humedad y la calidez.
Por el dolor que es lentamente elevado de mi pecho y remplazado por tus humedos labios que se inclinan a besarme con dulzura.
Y hacerme olvidar tan solo una tormenta más, para luego recordar que otra ha de llegar.

miércoles, 6 de abril de 2011

E.S.

No sabes como me gustaría decirte todo esto en persona, confesarte que desde tu ausencia, por corta que sea, no es mucho menos dolorosa.
Parece que desde que decidiste informarme que te apartabas de mi lado, me caí y por mi mala suerte, no he dejado de caer.
Y hoy sufrí físicamente, mis dedos insertados en un ventilador y aunque sentía la rafaga de viento y el dolor de las alas apuñalar mis dedos cual cuchillos, el dedo no es nada, nada comparado contigo.
Mi familia está rota, está más rota que nada. Yo también lo estoy, lo descubrí estando tirada cual tortilla al fuego, el sol es tan fuerte, tan malditamente intenso que sentía como sus rayos al alcanzar mi piel, intentaban arrebatarme tu recuerdo.
Jamás los dejaría, tomarían mis organos, mis ilusiones, mis sueños. Jamás a ti, eso no lo permititía.
Y ahora, ¿ahora qué?
Solo porque me conociste en una banca de un parque, escribiendo mis penas, llorandolas en silencio, eso no significa que ahora, en tu ausencia, tan solo pueda regresar y sentarme, retomarlo como si jamás lo hubiera dejado.
No puedo olvidar estos años de mi vida, olvidarte a ti.
Incluso si eso implica que me vea obligada a recordar el camino.
Pero no. Eso no será hoy. Sí, debo escribir porque en mi cabeza solo escucho gritos, solo escucho gritos, gritos, monstruos audibles que no hablan con sentido.
Y en el papel, en papel estas impreso tu, tus risas, tus sonrojos... no, debo dejar de pensarlo porque, me has hecho, me han hecho llorar demasiado.
Ya no quiero llorar, me siento cada día más debilitada, cada segundo más adolorida. Quiero tenerte de vuelta, aunque sea a medias, quiero tenerte conmigo, una vez más.
Quiero olvidar mis dedos, mi cuerpo, los gritos y llamados sin razón.
Quiero que me hagas olvidar hasta mi nombre y me tatues en cada centímetro de la piel el tuyo.
Porque todavía te amo demasiado.