miércoles, 6 de abril de 2011

E.S.

No sabes como me gustaría decirte todo esto en persona, confesarte que desde tu ausencia, por corta que sea, no es mucho menos dolorosa.
Parece que desde que decidiste informarme que te apartabas de mi lado, me caí y por mi mala suerte, no he dejado de caer.
Y hoy sufrí físicamente, mis dedos insertados en un ventilador y aunque sentía la rafaga de viento y el dolor de las alas apuñalar mis dedos cual cuchillos, el dedo no es nada, nada comparado contigo.
Mi familia está rota, está más rota que nada. Yo también lo estoy, lo descubrí estando tirada cual tortilla al fuego, el sol es tan fuerte, tan malditamente intenso que sentía como sus rayos al alcanzar mi piel, intentaban arrebatarme tu recuerdo.
Jamás los dejaría, tomarían mis organos, mis ilusiones, mis sueños. Jamás a ti, eso no lo permititía.
Y ahora, ¿ahora qué?
Solo porque me conociste en una banca de un parque, escribiendo mis penas, llorandolas en silencio, eso no significa que ahora, en tu ausencia, tan solo pueda regresar y sentarme, retomarlo como si jamás lo hubiera dejado.
No puedo olvidar estos años de mi vida, olvidarte a ti.
Incluso si eso implica que me vea obligada a recordar el camino.
Pero no. Eso no será hoy. Sí, debo escribir porque en mi cabeza solo escucho gritos, solo escucho gritos, gritos, monstruos audibles que no hablan con sentido.
Y en el papel, en papel estas impreso tu, tus risas, tus sonrojos... no, debo dejar de pensarlo porque, me has hecho, me han hecho llorar demasiado.
Ya no quiero llorar, me siento cada día más debilitada, cada segundo más adolorida. Quiero tenerte de vuelta, aunque sea a medias, quiero tenerte conmigo, una vez más.
Quiero olvidar mis dedos, mi cuerpo, los gritos y llamados sin razón.
Quiero que me hagas olvidar hasta mi nombre y me tatues en cada centímetro de la piel el tuyo.
Porque todavía te amo demasiado.

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