martes, 29 de mayo de 2012

Day1. Wondering for how long has that been cooking in the oven.

El cerebro humano tarda tres días en acostumbrarse a lo nuevo. Un lugar nuevo. La novedad. Tres días.
Sobreviví al primero.

No dejo de pensar en ti. Tantas veces que te dije, te comenté lo sencillo que sería que decidieras alejarte de mi vida. Desaparecer de forma más silenciosa me parece imposible, no existe una forma, creo que no.
 El célular simplemente dejará de vibrar, tus mensajes, tus llamadas dejarán de llegar. Ya lo hicieron.
Lo último que quedaba de tu voz, tus palabras a través de un monitor, creo que eso también se ha desvanecido y la velocidad con la que lo ha hecho, me parece impresionante.
¿Qué me queda de ti? Todo me lo quitaste con el tiempo, hasta ahora me doy cuenta. Claro, las cosas no cambian de un día a otro, a veces sí. En estas cosas no.

Tus ojos me dejaron de enseñar tu mundo, tus colores, dejaste de compartir tus ideas, cuando perdí tu número, no te molestaste en decírmelo de nuevo. Y te lo pedí.
Lo más reciente: tu 'perdida de interés'.
Dejaste de preguntar por mi. ¿Esperas que no me duela? Y además, me doy cuenta que todavía me reclamabas si es que yo le restaba valor a lo que me decías.
Ahora quisiera decirte- quisiera pero no me dejas, no me dejo a mi misma.- que .
Lo que dices son palabras huecas y vacías, el problema es que para mi tenían el mismo significado, el mismo peso y la carga de valor.

Hoy me hice un millón de preguntas y se resume a simples ideas.
 ¿Cuándo dejaste de estar cansado de tus días y te empezaste a cansar de mi? O el hecho de que, no hace más una semana o dos, me dijiste 'Siempre'. Quiero evitar el bufido que sale de mis labios de recordarlo pero la vida es una ironía. Yo te dije que eso era mucho tiempo y mira que me enseñaste que tengo razón.
Ya cambiaste de opinión.

Al menos suspiro de alivio, como lo hice al preguntarte que estaba mal, por unos segundos cuando te hundes y consigues nadar a la superficie, una bocanada de aire fresco; Yo juraba que tu serías quien rompería la promesa, aquella de que ambos nos heriríamos uno al otro, donde apostaba mi suerte a que tu me lastimabas primero.
Al menos no he sido yo.
No sé que tanto cambia  las cosas pero intento convencerme que es mucho mejor, incluso si aún cargo el peso de mi culpa sobre mis hombros, un peso que no pretende desaparecer. Creo que eso no me abandonará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario