lunes, 19 de diciembre de 2011

Not strictly here, bound and lost somewhere far just hoping for tonight to pass and for tomorrow to arrive.

Agotada, exhausta como nunca, dejó el libro, se detuvo, cerrando sus ojos, sintiendo su cabeza ligera flotar en su cuerpo.
Suspiro, decidida a abandonar el libro por completo, recargandolo boca abajo sobre su estómago.
Levantó la vista, mirando el hueco de entre el pequeño cuarto, esa ventana transparente tan cerca, a un metro de su cuerpo; se estremeció de reparar en una corriente suave pero demasiado fría que le había estado tocando todo el rato y finalmente había conseguido su atención.
Su cuerpo reclamó con una sensación incómoda, sus ojos se cerraron y aún así, entre la débil luz de la lámpara colgando del borde de la cabecera que ya no más bañaba las hojas ligeramente avejentadas de su libro.
Ya ni siquiera podían lastimarla, su mente estaba ya lejos, muy lejos de donde ella se encontraba recostada.

Sus ojos miraban en la distancia, perdidos entre la profundidad de las estrellas. No estaba ahí, ni su mente, ni razón, ni hablar del corazón. ¿Qué esperaba? Ah, era interminable aquella noche, se hacían eternas las ansias de dejar eso detrás, un día más cerca del futuro.
¿Qué cambiaría? No, esa no es la pregunta. '¿Qué no cambiaria?'
En sus sueños, sus altos ideales: absolutamente todo. Su amplia mayoria.
¿En la realidad? No mucho. Lo sabía, se lo aseguraba y esperaba mentirse, mentirse al decirse que no era cierto que nada cambiaría, mentirse al no aceptar que lo deseaba de forma inentrañable.
Mentirse de cualquier manera.
Y poco a poco, aún mirando a través de la ventana de cristal enmarcada en un metal a la medida, como era su alma en un cuerpo que crecía en su compañia, miraba las estrellas, aquel eterno manto oscuro sosteniendo y atando la luz de cada brillante... ¿idea? ¿sentimiento?
¿Qué si las estrellas eran sentimientos?
Que si eran personas atadas, atadas tanto tiempo y con tanta fuerza que han olvidado sus deseos de querer escapar.

Respiró profundamente, sus pulmones tomaron más de lo creían poder, nuevamente una distorsionada imágen en su mente y poco a poco, esas bellísimas estrellas que no sabía si eran ideas, sentimientos o sencillamente gases explotando a una distancia irrelevante.
Poco a poco estas estrellas golpearon la ventana, dejando el rastro de la lluvia por detrás, lluvia, gota por gota, humedad.
Pronto ni siquiera era agua lo que se veía a través del cristal, eran diminutos copos de nieve, bolas de algodón suaves, de apariencia tentadora, acogedora y fría, helada como el último respiro.
Cálido a la vez.

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